Completar la periferia Sevillana con nada, cómo tostar al lento sol de diciembre:
Que aún dure en el dorso de la mano un tono levemente más oscuro que el esperado en enero y alguna marca aún visible de herida en los dedos que escriben, hace que recuerde y aprecie con mayor fuerza la Huerta de san Antonio. El trabajo diario durante cerca de un mes junto a los hortelanos y hortalizas. El fuego y el rocío de primera hora de la mañana. La humedad que inundaba el huerto a última hora. Cerrar el huerto con la llave original, tesoro que amablemente cedieron. Vivir levemente el día a día de una comunidad hecha de paciencia y pulmón.
La Buena Nueva se expandía lentamente conforme pasaban los días. La acometida eléctrica se haría efectiva con tal de paliar la ironía de un alumbrado navideño caído del cielo. Por el camino: el tedio de las reuniones, del papel, centros de transformación vacíos y conducciones inexistentes. En paralelo a la organización de una festividad, los hortelanos vislumbraban, unos más que otros, proyectos de futuro para el huerto sin importar demasiado de qué trataba toda esta historia y por qué alguien se estaba empeñando en decorar los bidones de los que ellos se querían deshacer.
La consecución de la acometida provisional hizo que la Huerta de san Antonio adquiriese un estado de en tránsito en concordancia a la instalación lumínica. Un estado de expectación por ver si finalmente se convertía el agua en luz, si aquellos bidones que tanto habían entorpecido se convertían en la pieza efímera que debieron ser desde un principio. La vaporosidad de las telas, la fragilidad de las cañas, el paisaje sin terminar de construir, todo por reforzar el site-specific topológico: aquello no estaba bien: la celebración consistiría más en los momentos previos al desmontaje, cuando se elimina más sustancia de la que se añadió en favor de que permanezca la energía.
Algo de todo esto tuvo que sentar mal a Eolo que decidió enviar los vientos a primera hora del domingo 18 de diciembre del 2016 para que la instalación fuese imposible de terminar. Nunca olvidaremos la presencia de Sergio y Salas aquella mañana, como tampoco la presencia de la delegación de Hábitat Urbano y la actuación de proyectoeLe.
Durante todo el proceso: Antonio, Ramón, Modesto, Pepe, Juan, Ramón, Antonio, María, y todos aquellos hortelanos que andaban por allí a diario.
Los días han pasado y aún cuesta creer en esos cubos de luz diseminados por el paisaje.
Quizá Eolo fue el que mejor entendió todo esto.